Emigración, exilio, venezolanidad e hispanidad

Pedro Grases: Sumo sacerdote del culto a Bello.

«He procurado ser un emigrante útil»

–Hay en su bibliografía más de doscientos títulos, fruto de esos setenta años de extraordinaria fecundidad, y dicen los intelectuales y críticos de allá y de acá que de pronto les llegan los libros de Grases a borbotones.

–Cuando la desventura de la guerra civil nos arrojó a otros suelos, procuré se un emigrante útil. Y empecé a trabajar en mi calidad de Profesor. Luego me pareció que sería más eficaz sustituir la enseñanza oral por la escrita, y arañándole tiempo al descanso y trabajando sábados, domingos y fiestas de guardar, fui elaborando un tema tras otro. Tuve la fortuna de encontrar centros, editoriales y amigos que ampararon lo que yo producía, y una de mis mayores alegrías fue ver que mi bibliografía iba creciendo hasta alcanzar la insolente cifra de 230 títulos, que suman más de ocho mil páginas, lo que es un pequeño capital para una vida entregada a esta tarea. En resumen: tanto la enseñanza oral como la escrita me han producido grandes compensaciones, por las que me siento feliz de haber nacido.

«Ser emigrado, no divide, sino multiplica»

–Usted había salido muy pronto de España…

–Vi demasiada violencia, demasiada… me da horror hablar de eso. Y en 1937 desembarcaba en La Guaira diciendo «¡Cruz y Raya! ¡No vuelvo más a España!»

–Y se encontró después ante una nueva tierra, un nuevo paisaje. Se convertiría usted, como Bello [Andrés Bello], en un emigrado.

–Hay en ese sentido una afinidad indiscutible. Bien, una vez incorporado al nuevo país y asimilado a su cultura, me puse a trabajar con ahínco. Y creo que soy un ser privilegiado: tengo dos tierras: la de allá y la de acá, y ambos amores pueden llevarse al unísono sin que uno desdore el otro, y eso es lo que no me canso de predicar: que ser un emigrado, no divide, sino que multiplica. Caldera [el Presidente Rafael Caldera] va más allá. Me dice que tengo tres nacionalidades: la española, la venezolana y la catalana.

–Y una cuarta: la europea. Bien, llega usted a Caracas, hay que ganarse la vida. Vende máquinas de escribir y artículos de escritorio… hasta que el profesor Vandellós le presenta al ministro de Educación, Rafael Ernesto López, que le consigue unas clases de castellano y literatura en el Instituto Pedagógico. Y luego viene su encuentro providencial con Manuel Segundo Sánchez.

–Esa es otra vertiente importante de mi vida, pero deberé explicarme en brevedad. La principal falla en la cultura de las repúblicas americanas pienso yo que es la falta de ordenación de su capital (la documentación) así como la falta de instrumentos de trabajo. He dedicado buena parte de mi vida a la documentación y la elaboración de instrumentos, tales como bibliografías, colecciones, revisiones de obras completas, textos… Ese trabajo en las obras de Bello ha ocupado años y años de mi vida, y también el de Bolívar, y el tomo de «Índice de guías de colección del pensamiento político venezolano del siglo XIX» que hoy es una colección rarísima. Todos mis trabajos bibliográficos y monográficos los estoy reuniendo metódicamente en las Obras Completas, que para este momento suman 14 tomos, que cerraré con un índice analítico.

–Durante sus años de docencia, usted ha impartido clases en aulas caraqueñas, pero también en norteamericanas como Ohio y Harvard, y en la Cátedra Simón Bolívar de Cambridge. La Biblioteca de Pedro Grases, que llegó a los 70.000 volúmenes, al llegar a los 70 años y jubilarse de su cátedra de Biblioteconomía y Archivos la ha donado a la Universidad Metropolitana de Caracas.

–A recomendación de mis hijos, que hubieran sido los herederos. Pero ellos dicen que a una obra de 40 años no se le pone precio y tienen razón.

–Resumiendo, don Pedro, ¿qué significa para usted haber alcanzado ese amplio abanico de reconocimientos por su trabajo?

–He hecho lo que he podido. Ahora que me acerco al tiempo del balance, pienso que no ha sido tiempo perdido. Veo lo mucho que he escrito, que algo vale; veo a mi familia rodeándome con amor; he podido regalar una biblioteca; he podido legar a los míos un nombre limpio, he aprendido que hay unos países en América deseosos de que se les entienda y atienda desde la vieja España; creo que ese es inevitable y tiene un porvenir extraordinario. Sentirse un poco como un modesto eslabón de esa cadena de anclaje entre las dos orillas, me llena de alegría. He dedicado mi vida a sembrar estas convicciones, y he visto que se me escucha y se abunda en mis ideas. Tengo alumnos míos que han alcanzado altas posiciones: ministros, directores generales, embajadores, etc. y puedo seguir cultivando la hermosa flor de la amistad. ¿Qué más puedo desear?


Juicios:

«El caso de Pedro Grases es algo singular en las letras americanas. Cualquiera diría que no es un hombre, sino una academia». Así lo escribió Lope Mendoza Goiticoa. Y Arturo Uslar Pietri: «No se podrá escribir sobre las letras y el pensamiento venezolano sin citar a Grases». Para Eduardo Robles Piquer (RAS), Grases debe ser considerado «el más importante polígrafo de la Venezuela actual». Para el ex presidente Caldera, Pedro Grases «ha sido consejero de todos, amigo de todos, consultor de todos». Para el ex presidente Herrera Campins, «Venezuela y los historiadores venezolanos tienen con Grases una tremenda deuda». Para Juan Liscano, su labor ha sido «determinante en el proceso reciente de voluntad de identificación nacional e investigación de los factores culturales venezolanos». Con razón le llama mi amigo José Tarín-Iglesias «el Menéndez Pelayo venezolano».

Fragmentos de Joaquín Soler Serrano: Venezolanos A Fondo (Conversaciones con grandes figuras de nuestro tiempo). Editorial Planeta, Caracas, 1990. pp. 78-93. Transcripción del programa A Fondo de TVE.


Inicio del trato y amistad del Maestro Pedro Grases con los escritores Arturo Uslar Pietri y Antonio Arráiz.

Me piden información de Antonio Arráiz (1903-1962) y procedo con todo gusto a enviar una breve nota con mis recuerdos personales. Llegué a Venezuela en agosto de 1937 como inmigrante, y pronto hice contacto con la Oficina de Inmigración que bajo el gobierno del general Eleazar López Contreras, se ocupaba de quienes pedían refugio en el país.

Si la memoria no me falla, en la pequeña oficina instalada por la esquina de Velásquez, estaban trabajando en las peticiones que se recibían para venir a Venezuela. La oficina estaba constituida por el Dr. Arturo Uslar Pietri como Encargado y Antonio Arráiz como Secretario. En los días en que yo frecuentaba la referida oficina se discutía el permiso solicitado por unos vascos desde París, los cuales habían salido de su tierra a consecuencia de haberla ocupado las tropas de Franco. Su situación era apremiante, pues carecían de los medios para sobrevivir y no llegaba el permiso para emigrar a América. Oíamos que la proposición de Arturo no era aceptada por el gobierno, pero al poco tiempo se accedió a concederles el correspondiente permiso. Se aliviaron los trámites y pronto llegaron a La Guaira los emigrados vascos en número de varios centenares que dieron una lección profundamente humana, por cuanto desde el Litoral salieron en masa hacia la Plaza Bolívar de Caracas para cantar cantos liberales y patrióticos ante el Padre de la Patria. Recuerdo haberlo comentado con Arráiz más de una vez en su casa de Sabana Grande, donde acudía las mañanas del domingo para hablar de literatura. Tengo muy presente la abundancia de preguntas de Antonio, que tenía una extraordinaria avidez de conocimientos. Por mucho tiempo sirvió de tema en las interesantes mañanas dominicales en la casa de Antonio.

Pedro Grases

1999
Ficha:
Grases, Pedro.: En la memoria. p. 2. Tributo.
En: Verbigracia. Ideas, Artes y Letras.-Caracas. Año II. Nº 46. Sábado, 27 de marzo de 1999.
(Investigación: David R. Chacón Rodríguez)


EL EXILIADO Y EL EMIGRADO

Nota: Carlos Maldonado Bourgoin

Pedro Grases desde su llegada a Venezuela compartió con un grupo de venezolanos la necesidad de dar una mano en el país a los emigrados y exiliados. En una pequeña oficina en el edificio de la Gobernación del Distrito Federal funcionada una oficina y organización para estos fines humanitarios y la dirigía don Arturo Uslar Pietri, allí se conocieron Grases y Uslar, así comenzó una larga amistad que los une hasta el final de sus días.

La doble condición de exiliado y emigrado en Venezuela del Maestro Pedro Grases lo lleva a una muy particular dedicación y reflexión en su vida, trabajo y obra. Estudia las motivaciones y los aportes de los movimientos humanos de catalanes a la América, las variantes de estos movimientos humanos, escribe de las personalidades y de los hombres de oficio que vinieron, se quedaron o se fueron de estas tierras.

En Hores de Juventut i Maduresa (Horas de Juventud y Madurez), en proceso de traducción del catalán al español por la Fundación Pedro Grases, él se ocupa del aporte de los emigrados a la nueva tierra americana, del problema y la condición humana de estos seres. El tono y el pulso de este volumen 16 de su Obras, quizás sea el más sentido y autobiográfico de sus libros.

Dado el interés transcribimos algunos párrafos del Capítulo I, Consideraciones conclusivas:

He reflexionar muchas veces, dentro cierta confusión, en el usos de las palabras y los conceptos de destierro y exilio. Son dos cosas diferentes a mi modo de ver. La palabra expatriado tampoco se usa con corrección. Los desterrados se quedan sin tierra, cuando no se tiene dónde poner los pies. «Exiliado» corresponde a la situación de quien no tiene donde adherirse espiritualmente. Se puede dejar de ser desterrado y ser exiliado. Expatriación era condena que conlleva destierro y exilio, pero estoy persuadido que al encontrar tierra americana y poder rehacer la vida, poder recomenzar las ilusiones y el trabajo, y planear cada día ser útil, del destierro no queda nada: al contrario, se tiene una nueva tierra. Y si uno se anima, se incorpora, se siente miembro de la nueva comunidad; también deja de ser exiliado. Y aquella condena de expatriado, del que no tiene tierra y del que se siente exiliado, o sea ciudadano de ninguna parte, se acaba y se transforma en una situación de privilegio porque se conserva la tierra que se ha dejado y se tiene la tierra que se ha encontrado; y puede mantener la espiritualidad que ha dejado y adherirse a una nueva intimidad que por otra parte es muy próxima a la de uno mismo. Esto es un privilegio. Se puede ser fiel a estos dos amores sin que el uno perjudique al otro. Se trata de dos cosas perfectamente compatibles.

Esta es la situación de los hombres que han ido a América y han hecho una obra del carácter que sea. Quizás ha tenido particular significación de la emigración posterior al año 1939 con los altos y bajos de la ilusión del retorno que ha sido más fuerte en los “refugiados”. En 1945 todo el mundo se creía que después de la reunión de San Francisco, terminada la guerra mundial, había llegó la hora de volver a Cataluña. Y no fue así. Y suerte tuvimos que dejar Cataluña, había habido en Hispanoamérica el proceso de la Independencia y había unas repúblicas libres que nos acogieron. Si no hubiera sido así, habría sido bien diferente nuestro destino.

La emigración de 1939, que “buscaba patria más que patrimonio”, se dedicó a aplicar la preparación que llevaba cada uno a los países que los habían aceptado, como un deber y un placer; y también, por reconocimiento. Todo ello da una significación singular a la emigración republicana hacia las Américas, con una fuerza viva, humana y hasta cierto punto inédita.

Ha contribuido, sin duda, a ratificar el concepto que se tenía en Hispanoamérica respecto de los catalanes como trabajadores, honestos, sobrios, ahorradores, cumplidores y buenos pagadores; un poco ariscos, algo ceñudos, poco sociales, difíciles, pero seguros –un amigo catalán no es fácil, pero es firme, sólido–. Hay emigrantes catalanes de “cordura” y de “arrebato”, características que señalaba como clasificación mi condiscípulo Jaime Vicens y Vives. Contrapongo figuras como la de Pedro Bosch y Gimpera a la del Señor Travesset, con la locura de ir con tartana de Sao Paulo en la frontera de México. De un extremo al otro encontramos todos los matices. Los de más rigor a los más visionarios, del pragmatismo al mayor ilusionismo.

* * *

La afección al trabajo propio, personal, es la vía más poderosa de asimilación a tierras del Nuevo Mundo. Crea un fuerte sentido de ciudadanía. Se piensa menos que antes en “hacer la América”, pues probablemente la pujanza y el progreso de las Repúblicas ofrecen un bienestar similar al de Cataluña, como gozo de vivir. En proporción inversa a la intensidad de la asimilación, es más punzante la añoranza y el deseo del retorno. Por otra parte, la simplificación de los viajes –en rapidez y comodidad– acorta la lejanía. La gran mayoría devuelve al lugar donde se ha establecido. Las actividades del trabajo hoy son de calidad, no primarias como años atrás. Si, ha desaparecido la manía de “hacer la América”, salvo algún rarísimo pijo. Además, se han multiplicado las fuerzas aglutinadas entre los emigrantes, con la existencia de Centros o Casas, y también con la creación de la Generalidad de Cataluña, que los emigrantes consideran como algo propio, sentimiento y convicción de que se debilita naturalmente en los hijos y nietos nacidos en América.

Quisiera terminar con la consideración de los Centros o Casas de catalanes existentes por toda América.

La emigración catalana del siglo XIX se caracteriza por ser hombres de oficio, comerciantes o artesanos, algún aventurero, pero en conjunto es bien importante y desde el punto de vista humano, trascendental y merece toda consideración. El catalán en América no se ha dedicó en general crear industria ni a la agricultura. Ha establecido talleres de artesanía, establecimientos de comercio y pequeñas empresas. Es quizás nuestro talante, que prefiere comer poco y digerir bien. Si se hubieran hecho empresas de fuertes raíces, y de gran vuelo, probablemente la figura del indiano no habría existido. Hablo en términos generales. En cambio, se han organizado una cosecha de comunidades, con un sentido fraterno, con comunión de sentimientos, de afectos, de corazón. Comunidades que han sido y son bien notables. Tienen una historia brillante y efectiva, pero hay que reavivar la foto (propongo imagen). Es un deber imperioso. Se debería pensar cómo preservar este capítulo extraordinario de pensamiento, de sentimiento, y de linaje. Si no se encuentra el camino, si no se le atiende con una orientación clara, dentro muy pocos años se habrá acabado todo lo que puede significar la estirpe catalana regada por todas las repúblicas americanas.


PEDRO GRASES: GUERRA CIVIL Y EXILIO.

Carlos Maldonado Bourgoin

Pedro Grases González (1909-2004) es figura de relieve del exilio español en Venezuela e Iberoamérica.

España y Cataluña habían entrado en agitación y desgobierno. En 1936 hasta 1939 el suelo ibérico se enciende, la confrontación fratricida dejó un millón de muertos. Era la diáspora para tantos seres que pierden sus casas, familias y fuentes de trabajo. La guerra civil española «cortó de raíz el ritmo y destino de cada uno» de ellos; y muchos “transterrados” de la España peregrina fueron a América Hispana o a Norteamérica a contribuir en su desarrollo.

Pedro Grases comenzó a ser visto mal por sectores perversos. El profesor y secretario privado del Alcalde de Barcelona daba salvoconductos a personas amenazadas de muerte, más pronto que tarde, le tocó su turno. Una noche en 1936 atravesó la frontera de Francia. Poco después Asunción Galofré su esposa y su pequeño hijo Pedro Juan van a seguirle. Con la ayuda del consulado francés en Barcelona, tomaron el último vuelo autorizado de Air France.

El Prof. Albert Manent en su libro de la serie Episodios de la Historia (p. 61) transcribe “La Vanguardia” 10/10/1974: “Nuestro fraterno Pedro Grases secretario del pío Carlos Pi i Sunyer, todavía alcalde, obtenía a manos llenas de Carlos [sic] España unos lais-ser-passer blancos, en los que bastaba poner la foto y el nombre para salvarse”.

20 años después, María Asunción hija nacida en Caracas de la matrimonio Grases-Galofré, en el Colegio Marie Mount de Barcelona, fue preguntada en la iglesia por su acento. ¿De dónde eres, hija?, –de Venezuela– dijo la niña. Continuó el confesor Padre Armengol preguntando por el apellido y ella dijo: –Grases–. ¿Y qué eres tú de Pedro…?, el sacerdote se puso a llorar al oír la respuesta, se había salvado gracias a la intercesión de P.G.

A lo largo de su larga y emprendedora vida Pedro Grases no sólo se interesó en dar testimonio de su propia experiencia como exiliado y emigrado. Él también se ocupó de honrar a la vida y a la historia de los emigrados y exiliados de España y Europa. Él apoyó, vinculó y estableció a muchos venezolanos del exilio español y europeo. Rescató del olvido nombres del pasado.

El tema del emigrado y del desterrado rondó en la mente de Grases desde su larga residencia en Venezuela, con paciencia y esmero fue levantando registros (nombre, localización y actividad) de inmigrantes particularmente españoles en las décadas del 40, 50, 60 y 70. Durante la gran reunión Venezuela es Así, convocada en Madrid en la Casa de América (1993), Pedro Grases presentó el ensayo Venezolanos del exilio español, que luego publica Cuadernos Iberoamericanos en 1995. Dicho ensayo fue incluido en Obras de Pedro Grases, Editorial Seix-Barral.

El 12 de octubre de 1986, la nueva promoción de emigrantes naturalizados lleva por nombre Don Pedro Grases.


Ficha técnica:

Venezolanos en el exilio español / Pedro Grases.- Caracas: Instituto de Cooperación Iberoamericana: Centro Cultural, Embajada de España, 1995, 31 p. (Cuadernos Iberoamericanos)
Contenido: I. Consideraciones generales; II. Las nuevas actividades; III. Los exiliados en convivencia; Relación parcial de exiliados.
El tema de los catalanes y las Américas ocupó años de sus investigaciones documentales y bibliográficas.
Catalans a les Ameriques i Altres escrits/ Pere Grases.- Barcelona, España: Fundació Miquel Torres, 1990, x, 164 p.
Los catalanes en América / Pedro Grases.- Missisippi, EE.UU.: Hispania, Organazo de Amerícan Association of Teachers of Spanich and Portuguese, Missisippi State University, 1992. Contenido. Separata del volumen 75, número 4 de octubre de 1992, p. 844-851. Recogido en sus Obras, vól. 19, p. 249-262.
Comissió Catalana del Cinqué Centenari del Descobriment d´America, Barcelona
200 catalans a les Ameriques (1493-1987). Mostra del Diccionari de Catalunya i América / Presentació Jordi Pujol; Próleg. Pere Grases: La investigació Prócoro Hernández – Barcelona 1988.
Comissió Catalana del Cinqué Centenari del Descobriment d´America, Barcelona. Diccionari dels Catalans d´América – Barcelona: Generalitat de Catalunya, 1992, 4 vols.
El 12 de octubre de 1986, la nueva promoción de emigrantes naturalizados lleva por nombre Don Pedro Grases.


VENEZOLANOS DEL EXILIO ESPAÑOL

Pedro Grases, 1995.

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UN CATALÁN CON ALMA HISPANOAMERICANA

Tosca Grasso

A Pedro Grases le costó hablar del pasado, resucitar los fantasmas del destierro, despertar los recuerdos de los días del exilio que han apaciguado tantos años de docencia e investigación en el país que hizo suyo gracias al trabajo y a las nuevas amistades que durante décadas ha cultivado. En Venezuela encontré un país que ríe y llora de la misma manera que la España de la Guerra Civil, la que se vio obligado a abandonar.

Por: Tosca Grasso/ ECONOMIA HOY, Inmigración

Caracas, martes 14 de abril de 1992, p. 18.

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