Inicio del Centenario del Nacimiento del Maestro Pedro Grases (1909-2009).
Misa oficiada por el padre Luis Ugalde s. j.
Rector de la Universidad Católica Andrés Bello.
Capilla del Colegio San Ignacio de Loyola
Jueves, 24 de septiembre del 2009, 6:30 p.m.
Saludo inicial
Buenas noches a todos, familiares, amigos, discípulos… Con ustedes y con Venezuela entera que tanto se benefició de su amor y obra de don Pedro, vamos a dar gracias a Dios por su vida sabia y fecunda entre nosotros. Agradezco a la familia la invitación a presidir esta Eucaristía lo que me permite expresar mi gratitud al amigo y maestro Pedro Grases.
Hoy tenemos la feliz coincidencia de celebrar esta misa en el día de Nuestra Señora de la Merced Patrona de Cataluña, y que la madre de don Pedro se llamaba Mercedes. Ustedes saben que la devoción de la Virgen de la Merced la introdujeron los Mercedarios, la congregación religiosa creada para la redención de cautivos. La Virgen de la Merced es la patrona de quienes trabajan a favor de los presos. Tenemos un motivo para encomendar a los presos comunes y a los presos políticos en su inhumana situación, y pedir la intercesión de la Virgen de la Merced para que mantengamos a Venezuela siempre en libertad.
La misa es acción de gracias y vamos a dar gracias en la celebración de los cien años del nacimiento de don Pedro. De su larga vida de 94 años, 67 los que vivió en Venezuela, dedicado de lleno al país con un fruto intelectual realmente extraordinario. Damos gracias a Dios por don Pedro, por todo lo que él significó y significa para su familia, para sus amigos y discípulos, para tanta gente que él aconsejó con mucha discreción y sabiduría. Y también gracias por todo lo que hizo y la obra que dejó en beneficio de toda Venezuela.
Dios se vale de las personas para hacer el bien y llevarnos al bien
Una de las convicciones más generales de todo cristiano es que Dios se vale de las personas para hacer el bien y para llevarnos al bien. Creo que cada uno de nosotros podemos confirmar con nuestra experiencia esa verdad fundamental: cuántas personas recordamos que fueron claves en nuestra vida para orientarnos y conducirnos hacia el bien, muchas veces sin que ellas lo supieran.
Naturalmente en una misa no puedo alargarme hablando de todos los méritos académicos e intelectuales de don Pedro Grases. Pero sí quisiera hacer un par de reflexiones sobre dos aspectos de la vida y obra de don Pedro Grases que yo considero que fueron una gran bendición para Venezuela. Desde que llegó a Venezuela en 1937 él dedicó su vida de bibliógrafo e historiador a estudiar y a dar a conocer el aporte civil y de los civiles a la república. Si ustedes repasan toda la obra de don Pedro Grases no hay canto a las batallas, ni a las espadas, ni a los cañones, él reconstruyó, y en muchos aspectos descubrió, documentos que no se conocían, pero siempre en torno a la labor civil e intelectual y al esfuerzo por hacer una república civil y de civiles.
La República civil.
Lamentablemente con frecuencia se nos ha contado de tal manera la historia de Venezuela, sobre todo la Independencia y el siglo XIX, que pareciera reducirse todo a batallas y a militares, con el grave peligro de llevar a muchos a pensar que el presente y el futuro también deben ser así. Hay una coincidencia feliz en la celebración de los cien años del nacimiento de don Pedro Grases, 1909, con el comienzo de la celebración de los doscientos años de todo el movimiento que llevó a la Independencia. Si nos detenemos en 1810, en la proclamación de la Independencia de 1811 y en la primera Constitución, vemos que en ellas no hay una sola palabra de exaltación militar. El Acta de la Independencia apela a la conciencia y al derecho de los pueblos con un sólido razonamiento jurídico y de derechos humanos. Lo mismo se diga de la Constitución. Luego el poder colonial al no reconocer esos derechos, desató la guerra y obligó al desarrollo de la fuerza armada para defender el derecho a la Independencia. Es importante distinguir los dos momentos y el papel distinto y complementario del aporte civil y del militar para el logro de la Independencia en un proceso muy largo, complejo y sangriento, con la diferencia de que lograda la República los fusiles deben callar y la vida civil florecer.
Es importante recordar que la obra de don Pedro Grases no solamente se reduce a la labor extraordinaria en torno a las Obras Completas de Andrés Bello, sino también que puso de relieve extraordinarias figuras como Juan Germán Roscio, y tantas otras de aporte trascendental a lo largo del siglo XIX, todas ellas son figuras civiles. En el actual momento de Venezuela eso tiene un valor y significación extraordinario. Tenemos que celebrar el Bicentenario del inicio de la Independencia (1810-11) como un hecho civil y de los civiles, de la razón, de los argumentos y de los derechos. Luego la guerra fue una maldición, no buscada sino obligada. Si España hubiera atendido las razones más que justas y se hubiera retirado evitando la guerra, hubiera sido una bendición tanto para la madre como para las nacientes repúblicas hijas. Pero trataron de imponer la fuerza de las armas, lo que trajo la guerra y la muerte. La guerra siempre es un mal, a veces es un mal mayor y en el mejor de los casos es un mal menor. La República sólo es posible basada en virtudes ciudadanas; si no hay virtuosos republicanos no puede haber república. Venezuela será más civil y civilizada, cuanto más virtudes ciudadanas cultive y desarrolle una espiritualidad solidaria con instituciones democráticas y civiles y no caiga en el militarismo, sometido al imperio de las armas.
Quiero resaltar la labor que hizo don Pedro, este catalán encarnado en Venezuela que ayudó a que los venezolanos recordemos y apreciemos a las grandes figuras como don Andrés Bello, que no son conocidas ni valoradas suficientemente. Uno habla con los chilenos y se maravilla de su admiración por el venezolano Bello, fundador de la civilidad chilena, fundador de la universidad republicana, fundador del sistema educativo. Pero este caraqueño universal no recibe ni la más mínima mención en nuestra Ley de Educación.
Yo tuve la suerte de conocer personalmente a Grases y a pesar de nuestra diferencia de edad y de conocimientos, él me brindó su amistad y orientación. Tuve la suerte de tratarlo cuando yo estaba realizando un estudio sobre la argumentación teológica cristiana de Juan Germán Roscio a favor de la Independencia. Pensamiento que defendió en 1811 para apoyar a los patriotas de Nirgua y que luego, a la caída de la Primera República, desarrolló en la cárcel de Ceuta y lo publicó en Filadelfia con el significativo título de “El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”, Dios quiere, argumentará Roscio, la libertad de los pueblos sobre el despotismo de los reyes. Era el argumento contrario a los que defendían que rebelarse contra Fernando VII era rebelarse contra Dios. Don Pedro escribió la presentación de ese libro mío sobre Juan Germán Roscio que fue publicado por La Casa de Bello.
Ciudadanos del mundo.
Otra verdad importante para Venezuela y para todos los cristianos se revela en la obra y vida de Pedro Grases, es que somos ciudadanos del mundo, de un mundo con identidades muy variadas. Conviene recordar que las fronteras casi siempre son barreras hechas de prejuicios, odios, guerras y armas. Con esas características las fronteras no son queridas por Dios porque son fronteras agresivas, fronteras de unos contra otros, fronteras que alimentan la limitación e incomprensión de los otros. Defendemos un mundo plural, abierto, de unidad humana en la variedad y diversidad, de hijos de Dios. Venezuela será mejor cuanto más acogedora, abierta y universal sea, como cuando en años de terrible guerra civil en España y luego la guerra mundial abrió las puertas a Pedro Grases y permitió que su talento floreciera y fructificara entre nosotros con trabajo incansable y productividad increíble. El ganó con Venezuela y nuestro país que lo acogió generosamente, se enriqueció humana y espiritualmente con él. Seguramente a don Pedro vivió de una manera muy especial y vivencial este aspecto acogedor y abierto de Venezuela. Nuestro país estaba saliendo de más de un siglo del dominio de dictaduras y en ella fructificó este catalán universal y español americano, capaz de afirmar lo uno sin negar lo otro. El fue venezolano pleno sin dejar de ser catalán. Y ese es un enriquecimiento, para él y para el país que lo recibió. Nos empequeñecemos cuando pensamos cada uno en su país como limitado como excluyendo al resto. Fíjense lo que hoy significa Roma para los cristianos, un faro espiritual cimentado y definido por tres personas que no eran romanas de nacimiento: Jesús de Nazaret, Pedro de Cafarnaúm y Pablo de Tarso. Ahí está la universidad del cristianismo. Ello no excluye que cada quien ame su tierra, y dentro de que cada país a su región; son amores que conviven con un amor universal.
Para don Pedro ser venezolano no significaba renunciar a ser catalán. Y aportó la tenacidad de su tierra natal, para realizar una obra que casi cuesta creer que pudo ser de una sola persona. En Venezuela trabajó en la educación oficial y en la privada, en los prestigiosos liceos Aplicación, Fermín Toro y Andrés Bello, en el Pedagógico de Caracas y en universidades como la UCV, la UCAB y la Metropolitana, y en universidades extranjeras de Inglaterra y USA. Trabajó en instituciones oficiales como la Biblioteca Nacional o la Casa de Bello y en fundaciones privadas. Su consejo discreto fue muy buscado por muchas personas importantes en la empresa privada y en las responsabilidades públicas. Los 21 volúmenes de sus Obras Completas son testimonio de una parte de su labor de archivo y de rescate de documentos que no se conocían.
Como vemos el universalismo de Pedro Grases también está presente en su superación de la falsa contraposición entre lo público y lo privado. No puede existir una república si no hay republicanos, es decir sin cultivadores de la res-pública, de la cosa pública, si lo público no es asumido como propio por cada ciudadano. Son los ciudadanos los que construyen su Estado, no es el Estado el que constituye a los ciudadanos. Nunca el ciudadano verdadero puede renunciar a su dimensión pública. Por eso mismo valora el papel de Estado, valora el papel del Gobierno, pero no renuncia ni debe renunciar a su responsabilidad ciudadana y pública. El país, la nación, la república la hacemos entre todos, y allí cabe la iniciativa privada y cabe la gestión y la iniciativa pública y gubernamental. La labor de Pedro Grases en variadas instituciones nos recuerda que necesitamos de saber combinar lo público y lo privado, lo que es del gobierno y lo que es del Estado, y ser capaces de armonizar y no enfrentar todas esas fuerzas que son absolutamente necesarias para construir un país.
Y Venezuela será mejor cuanto más acogedora, abierta y universal sea como la vivió don Pedro en aquellos terribles años de guerra civil para España y de guerra mundial. Él como tantos otros que vinieron ahuyentados por la persecución y la penuria, judíos centroeuropeos y europeos del sur, de diversas tendencias experimentaron que en Venezuela nadie les preguntaba por sus creencias y que aquí había un país abierto al esfuerzo y la creatividad. Ese es un don de Dios en el cual Venezuela puede dar ejemplo al mundo y a los países supuestamente más adelantados, como EE.UU., Inglaterra, Alemania, etc. No podemos hacer que nuestras principales virtudes ahora aparezcan como defectos.
Don Pedro ganó mucho con Venezuela que lo acogió y se enriqueció humana y espiritualmente con la labor de don Pedro. Que Dios le conceda su paz, esa paz y amor que sólo El nos puede dar. Y nos conceda a todos el don de estas virtudes que admiramos en don Pedro. Que conceda a Venezuela la bendición de la paz y de las virtudes civiles que hacen que nuestra solidaridad y amor al prójimo se expresen en instituciones públicas que buscan el bien de todos. Y que como país tengamos el acierto de encontrar el camino. Y pidamos a la Virgen de la Merced que bendiga hoy en su día a toda la familia Grases y a Venezuela.